miércoles, 20 de enero de 2010

Barack Obama pierde la "supermayoría" en el Senado


El republicano Scott Brown derrotó a la demócrata Martha Coakley en la elección senatorial de ayer en Massachusetts con un resultado que significó la pérdida de la “supermayoría” que tenía el Partido Demócrata en la cámara alta.

El resultado pone en peligro la reforma del sistema de salud, uno de los pilares de su política interna. Además, se produjo en uno de los estados que en las últimas décadas era considerado uno de los bastiones en el país del gobernante Partido Demócrata.

La "supermayoría" en el Senado de 100 miembros significa un mínimo de 60 senadores de un partido, un número que impide maniobras dilatorias de la oposición y el estancamiento de los proyectos de ley. Con este triunfo, los republicanos tienen ahora 41 legisladores en el Senado.

Complicación en la Reforma

En los últimos días Brown se mostró confiado en su victoria y aseguró que sería el "voto número 41" en el Senado. La Casa Blanca había minimizado el significado de esta elección especial e insistió en que no era un referendo sobre el plan de reforma de salud porque, de hecho, ese estado cuenta ya con cobertura médica universal.

El proyecto ya fue aprobado de forma preliminar en ambas cámaras del Congreso, pero sus dos versiones tienen que ser armonizadas y sometidas a votación en una versión definitiva que sería promulgada por el presidente Obama.

Los republicanos se opusieron a esa reforma que calificaron como una intervención del Gobierno que no ampliará la cobertura médica universal y abultará el déficit.

Por otra parte, los de la Cámara de Representantes analizaban la posibilidad de aceptar sin cambio la versión diluida del Senado y que no contiene la "opción pública”. La contienda en Massachusetts reflejó el inhóspito ambiente político que prevalece en el país con numerosas movilizaciones en contra de la Reforma.

Barack Obama no quiere destruir el capitalismo; desea mejorarlo. Pretende hacer posible el sueño americano, del que carecen millones de sus compatriotas. El presidente se afana en modificar el sistema de Salud, ganándose la animadversión de quienes lo controlan. Varios millones de estadounidenses carecen de seguro médico y quedan fuera, por tanto, de sus beneficios.

Así se cristaliza la democracia made in USA. La que intentan imponer al resto de la humanidad, a sangre y fuego. Las mafias que lucran con la salud de la población no están dispuestas a permitir cambio alguno al negocio que controlan. No les importa en absoluto que el mandatario del país encabece la reforma. Para ellos están en juego las ganancias multimillonarias que perciben esquilmando a los que pagan sumas fabulosas por cualquier servicio médico.

Infamias y amenazas entran en juego desde los centros de poder para desprestigiar su imagen y popularidad. De manera que nada o poco pueda hacer para modificar el status quo.

Barack Obama cree en el capitalismo. Es más, sueña con fortalecerlo. Pero comprende, al mismo tiempo, que hacen falta remiendos si es que aspira a liderar un sistema que bien pudiera destruir al mundo, de acuerdo con las señales que envía la naturaleza y el poder de las armas de destrucción masiva guardadas en sus arsenales.

Las señales de odio advierten que más allá de su poder existen otros, casi invisibles, opuestos a cualquier intento de que Estados Unidos deje de ser el imperio que es. El llamado sueño americano no está concebido para todos. Para millones de ciudadanos en ese país es pura pesadilla.

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